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Fortalezas y debilidades


Castillo de los Sotomayor de Belalcázar al atardecer, con el palacio renacentista al frente.

El pasado miércoles tuvo lugar en Añora una reunión convocada por Adroches y el Ayuntamiento para recabar información de cara a la elaboración de la Estrategia de Desarrollo Local Participativa que actuará como guía en el marco 2014-2020 de Fondos Feder asignados a Los Pedroches para estimular el desarrollo territorial. Resultó en verdad un encuentro ciudadano muy interesante, atractivo por lo insólito, en el que se afrontó la realidad de la comarca desde una visión crítica, lo que no suele ser muy habitual en las convocatorias institucionales, generalmente entregadas a la complacencia. Allí se destacaron, de acuerdo con la escuesta encargada, las debilidades y fortalezas de la comarca en los diferentes ámbitos económicos y sociales, las amenazas y necesidades, llegándose finalmente a una conclusión que me pareció verdaderamente esperanzadora: todas las debilidades que una reflexión profunda sobre nuestro entorno sacó a relucir (despoblación, deficiencia en las comunicaciones, escaso espíritu emprendedor…) deben interpretarse precisamente como oportunidades de actuación hacia un futuro reparador.

El coloquio se centró principalmente en temas económicos, relacionados con la ganadería, con la dehesa, con las posibilidades del turismo rural, con la incapacidad de promocionar nuestros propios productos, la comparación con otros territorios que han sabido abordar con más éxito la difusión de sus valores y materias primas.

Entre los temas que quedaron en el tintero para futuros encuentros me interesaría especialmente el relativo al patrimonio histórico monumental de nuestros pueblos, entendido ahora no estrictamente como un bien cultural sino como un agente potencial de desarrollo. Se trata de un ámbito con muchas implicaciones, necesitado no solo de una correcta interpretación para que pueda ser ofrecido como un recurso de interés, sino, sobre todo, de una adecuada protección por parte de los organismos públicos y de los propios ciudadanos. La concienciación sobre el valor histórico, cultural, estratégico y económico del patrimonio monumental constituye una asignatura aún pendiente a nivel colectivo e individual, quizás porque las administraciones no han sido capaces de ejercer la función ejemplarizante que en este, como en otros ámbitos, les corresponde.

Centrémonos solo a modo de ejemplo en el pueblo de la comarca que goza de un patrimonio monumental más rico: Belalcázar. El estado en el que languidecen el castillo de los Sotomayor y, muy especialmente, el convento de San Francisco resulta lamentable y muy paradigmático de cómo se están dejando escapar oportunidades que quizás un día resulten ya irrecuperables. La fortaleza de Belalcázar espera pacientemente en el ángulo oscuro de la administración que una voz le diga levántate y anda, y ojalá que el dictado no llegue demasiado tarde. Pero lo que realmente clama al cielo es el abandono perpetuo del convento franciscano, fundado en 1486 para acoger a los frailes desplazados del Convento de Santa Clara, tras convertirse este en cenobio femenino. Unas extrañas obras de consolidación de estructuras realizadas hace algunos años han convertido el templo en un espacio espectral en el que se funde el recogimiento ancestral con la geometría moderna del ladrillo cerámico y el hormigón. No sabría decir ahora si aquellas obras salvaron el edificio o bien lo han arruinado para siempre. La mierda de las palomas que campan a sus anchas por la nave tapiza el suelo y aroma el ambiente, mientras ratas y culebras habitan sus muros. Poco a poco van cediendo paredes, techos, capillas enteras, sin que nadie parezca tener el más mínimo interés en su conservación. En el ámbito del patrimonio monumental queda mucho por hacer en Los Pedroches y el convento de San Francisco resiste ahí, pese a todo, para recordarlo cada día, aunque nos resistimos a aprender la lección.


Fachada de la iglesia del Convento de San Francisco de Belalcázar.


Interior de la nave principal, con las nuevas estructuras que la sostienen.


Arranque de la bóveda de una capilla derrumbada.


Uno de los tesoros que oculta el convento: cúpula en círculos atribuida a Hernán Ruiz I.


Techumbre sobre el altar mayor.


Capilla lateral del siglo XVI.


Para mantener las estructuras arquitectónicas (como el arco que sostiene el coro) se han construido paredes de ladrillo en su interior.


Detalle del muro exterior.

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