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La espiritualidad de Pedrique


Pintura mural firmada por Aurelio Teno en el oratorio de Pedrique.

Lo que hoy se conoce como Monasterio de Pedrique fue en realidad un eremitorio. En 1740 los ermitaños del desierto de Nuestra Señora de Belén compraron la hacienda de Pedrique para sufragar con su producto los gastos que ocasionara el mantenimiento del capellán de la congregación, gracias a la donación de 3.000 ducados hecha por Don Francisco González de Nebrija. En 1790 se construyeron las ermitas de San Juan Bautista y San Onofre (hoy completamente arruinadas) y en 1796 un oratorio en el que diariamente se decía misa y al que acudían a oírla los domingos y días de fiesta muchos operarios de las fincas cercanas y vecinos de Villaharta. A finales del siglo XVIII el hermano Juan de la Santa Cruz intentó crear un nuevo eremitorio semejante y dependiente del cordobés, proyecto que no se pudo llevar a cabo hasta 1823, año en el que se creó una nueva comunidad de ermitaños en Pedrique. Pero su vida fue efímera, de apenas doce años, ya que se extinguió en 1836 como consecuencia de la desamortización eclesiástica.

Tras la compra del conjunto por el escultor Aurelio Teno, ya a finales del siglo XX, el artista recuperó simbólicamente este primitivo carácter religioso del lugar dedicando un espacio a oratorio particular. El propio Teno lo decoró con fragmentos de un retablo antiguo y con pinturas murales de singular significado (pienso que desconocidas y no catalogadas hasta ahora), no exentas de cierto contenido irreverente.

En el Monasterio de Pedrique realizaremos el domingo 15 de abril la entrega del Premio Solienses 2018. Será una magnífica ocasión para descubrir este lugar, tan escondido para los propios habitantes de Los Pedroches, tan lleno de historias fascinantes que merecen ser conocidas.

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